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La Obra De Mona Lisa - Cuento

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klaudiakirkland's avatar
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Hola, bueno este es la primera historia independiente que publíco en está cuenta, estamos parados en el eslabón perdido en medio de solo fanfics, procuraré que las cosas en la lista de lectura que les ofrezco valla siendo más diversa cada día. Este cuento nació una noche en tiempo limite para un concurso de cuentos...No ganó xD pero no me deprimó, pues era la primera vez que participaba en algo así y era este pequeño y joven cuento versus 6.874 más, de todas formas estoy orgullosa de lo que forme en este pasajero mundo y lo comparto con ustedes.

La imagen como imaginarán no me pertenece.

Disfruten está historia.



La Obra de Mona Lisa:



Su cuerpo sucumbió ante la gravedad cayendo estrepitoso al acolchado sillón en aquella silenciosa casa, hundido en los cojines se removió hasta encontrar la comodidad deseada abriendo el periódico más por llevar a cabo la rutina que por verdadero placer gesticulando -Con gran esfuerzo- las expresiones pertinentes al caso planteado entre líneas en tanto ojeaba y cambiaba rápidamente cada página sin real interés en conflictos ajenos, ¿O acaso eso no sería un acto masoquista de su parte considerando que los problemas internos bastaban?  
Mediodía un fin de semana el ambiente tan relajado resultaba atronador, apenas los pájaros compartían su sonante silbido logrando aturdirlo con tanta empalagosa paz. De pronto en medio del zapping paralizó notando una palabra que helaba su pensar y apretaba su garganta “Cáncer” Le resultaba curioso e irónico como unas cuantas letras ordenadas y unidas de la forma apropiada podían ser tan dolorosas y él, Fernando conocía muy bien de lo que aquel vocablo era capaz.  
Respiró empachando sus pulmones y sopló liberando un poco de su carga, o al menos parte de las tensiones generadas por ella.  Con el ceño fruncido estiró las hojas centrándose en el encabezado: “Felicidad: ¿La cura al Cáncer?” Tragó en seco con el rostro más tenso leyendo y releyendo una y otra vez el artículo hasta que sus ojos ardieron. Se exponía el caso una mujer y un hombre que superaron la enfermedad a través de la felicidad “Cuando supe sobre mi condición me eche a morir, no quería salir de mi casa y me refugié en mi alcoba. Sin embargo un día me di cuenta de que si iba a fallecer debía hacerlo de la mejor manera, ósea disfrutando”. Fernando comprendía a lo que se refería la mujer pero no lograba asimilarlo, quizás producto del insomnio, fuese como fuese no le brindo mayor importancia y prosiguió con el testimonio del hombre “Recuerdo que cuando me notificaron que me quedaban meses me encerré en el baño mirando al espejo notando lo viejo que estaba y como había perdido buena parte de mi vida siendo infeliz. Mucha gente de mi edad simplemente disfrutaba y yo, estaba ahí, encerrado y derrotado, sin embargo yo me negaba a que se acabara allí la cosa, debía hacer algo y pronto (…) Entonces, solo entonces cuando me propuse cumplir el sueño dorado que nunca pude concretar mi cabeza y cuerpo se olvidaron de los síntomas, ya que estaba toda mi persona concentrada en un solo objetivo: Llegar a ser feliz, y una vez que lo conseguí, ya estaba sano.”          
¿Realmente eso era posible? Reflexionó sobre aquello acomodándose en el respaldo sin llegar a ninguna conclusión pertinente liberando un suspiro a la par que alzaba la vista vislumbrando sobre un estante una fotografía de hace unos años donde se apreciaba a su esposa, hijo y a él mismo, enarcó los labios tristemente rememorando su historia. Ella había fallecido de cáncer hace unos seis años y su pequeño -Que ya tenía nueve- padecía lo mismo. Observó la hora reparando que pronto comenzaría su horario “especial” de visitas, el que tras varias conversaciones con el director de la clínica consiguió comenzara unas horas antes que las del resto.

Camino deprisa por los blancos pasillos hasta la habitación donde su hijo reposaba hace aproximadamente una semana cuando comenzó con fuerte malestar. En el trayecto diviso al médico encargado quien le comentó sobre la deteriorada y compleja salud del niño. Fernando perplejo decidió que lo mejor para cuidar del pequeño Alex sería adelantar el proceso que implementó el hombre del periódico concluyendo que lo optimó sería cumplir su sueño enseguida, quizás así la felicidad inundaba al muchacho al punto de sanarlo por completo.
Ingreso a la habitación donde el pequeño sin pestañas, cejas, ni cabello que cubriese su delgada piel le sonreía con una dulzura inocente como si fuera el chico más feliz del mundo por tan solo ver la figura paterna cargando unos peluches que sabía serían suyos. Así paso la tarde pasajera entre juegos, risas y afecto mutuo lo que finalizó cuando la delicada enfermera dio aviso unos minutos antes del término de horario para que Fernando se despidiera adecuadamente y fue entonces cuando entre las suplicas del pequeño porque se quedase, recordó aquel mediodía en casa –¿Hijo, tienes algún sueño que desees cumplir con ahínco? Digo, ¿Hay algo que quiera tener o hacer más que cualquier otra cosa? –Interrogó atento a sus palabras.
Alex no demoró en sonreír con sus ojos iluminados  –Quiero ver la Mona Lisa, pero la de verdad. Quiero verla más que tooodo el chocolate del mundo –Agitó los pequeños brazos en el aire poniendo énfasis. El padre desconcertado y sin entender el motivo ofreció otras alternativas pero ninguna cambio su decisión, para el chico era la pintura o nada.
A la mañana siguiente el hombre español a primera hora lleno de esperanza y enfundado en un elegante traje viajo en el Eurail hasta la ciudad francesa de la luz, una vez allí  preguntó y recorrió hasta encontrar nada más y nada menos que lo que buscaba, el connotado museo de Louvre. Se preocupaba de plantar bien los pies en cada paso ya que temía caer por falla de sus piernas endebles a causa de los nervios que le carcomían algo que intentaba camuflar con una enorme sonrisa trémula que solo dejaba más en evidencia su estado. Se aproximó al módulo donde pidió hablar con el director, al ver que la recepcionista se negaba endureció sus facciones e insistió firme hasta que le permitieron pasar a la elegante oficina, una vez Fernando se acomodó en el asiento el impasible hombre detrás el escritorio escucho su presentación, sus divagaciones y la petición tras ellas produciéndole risa interna por lo irrisorio que le parecía la solicitud: Trasladar a la Mona Lisa hasta la clínica en Navarra para que su hijo en estado terminal pudiese apreciarlo como era su deseo. Claramente negarse a un pequeño con cáncer era algo detestable, pero bajo su concepción lo era más el poner en riesgo a la Gioconda. El navarro persistió hasta colmar la paciencia del francés, quien finalmente optó por llamar a sus guardias para que sacaran del lugar al desesperado padre que suplicaba entre voceos llamando la atención de los presentes.
Fernando jamás en su vida había actuado contra la ley, menos siendo un hombre con estudios pero por otro lado comprendía bien que su hijo quedo esperanzado con la idea de ver el cuadro, de enterarse que simplemente no podría apreciarlo la pena y decepción jugarían en su contra y actuarían como sus asesinos. Alex apasionado por el arte no era fácil de engañar, una réplica de la obra no lo engañaría.
Después de que el horario de visitas terminase ese día el hombre nuevamente viajo en el tren repitiendo el recorrido de esa fría mañana. Al llegar al país vecino alquiló en un hotel esperando inquieto a orillas de la cama que pasaran las interminables horas en el silencio irrumpido por el tic tac del reloj que se agolpaba en sus oídos desesperándolo y aturdiendo su conciencia, sin embargo apenas sonó la alarma de su celular indicando la madrugada su corazón dio un salto y pareció detenerse un instante tras el que la bomba en su pecho nuevamente bombeó sangre como desquiciada. Suspiro saliendo de prisa con un bolso que cargaba hasta una cafetería cercana en que bebió café raudo aunque los largos sorbos quemasen su lengua, garganta y estomago, pago la cuenta e ingresó al baño donde cambió su ropa por un uniforme de guardia que compró en su ciudad. Camino hasta Louvre acercándose a uno de los vigilantes –A ti no te conozco –Espetó con rudeza.
–Hola, me llamo Antonio, soy un nuevo guardia de seguridad –Mintió cauteloso con la cabeza agacha.
El trabajador enarco una ceja –Umh supongo que  adentro sabrán de ti. Pasa, está abierto.
Ingreso para su sorpresa por la entrada principal logrando sentirse más confiado, pues no estaba seguro de que su uniforme fuera idéntico a los del museo, pero pudo -gracias a su destacable memoria- recordar hasta el minúsculo detalle del ropaje cuando forcejeaba con los mismos guardias al momento de ser echado del lugar. En medio del trayecto enfundó sus manos con guantes y continuó sacando de una de sus mangas escondido un objeto cilíndrico del cual jaló un gatillo y  lanzó con maestría y una sutileza casi imperceptible hacia uno de los salones, luego repitió el acto en otra área.
– ¡¿Quién rayos eres tú?!
Fernando volteó nervioso vislumbrando a un guardia aproximándose.
–Hola, soy…
–¡No me interesa quien demonio seas, vendrás conmigo! –El sujeto corpulento habló amenazante pero no lo suficiente para entender que lo había descubierto.  
–¡¡Algo se está quemando!! –Una voz se escuchó a la lejanía dejando helado al sujeto que corrió para ver qué pasaba. Fernando, quien había revisado por internet un mapa del museo se dirigió al salón donde reposaba la Gioconda, alterado escudriño el impenetrable vidrio por los costados para ver cómo se aferraba a la pared notando unos pequeños tornillos antirrobo de los que pudo deshacerse gracias a un taladro especial que portaba entre su grueso y holgado disfraz. El navarro con manos temblorosas quito la vitrina contemplando la imagen que le producía una dolorosa punzada en el pecho por avivar tiempos pasados. En medio de ese imprevisto sentimiento bufó despabilándose de su añoranza para sacar la obra de la pared desprendiéndole el marco con delicadeza pero sin cuidado de su estrepitosa caída y ya una vez tuvo a la Mona Lisa entre sus manos la guardó con extrema cortesía y respeto en un compartimiento oculto que él mismo hiso al traje, no sin antes dejar una nota pegada con cinta adhesiva en lugar de la pintura que decía “La devolveré en buen estado, lo prometo.” Salió corriendo sin toparse con ninguno de los vigilantes quienes se perdieron entre el humo sin encontrar la salida.
Al entrar en la habitación del hotel lavó su cara observando sus palpitantes ojeras y como sus jadeos eran la única forma de liberar tensiones, quería gritar, llorar hasta que sus lagrimas se agotaran, deshacer el mundo a su alrededor y olvidarlo todo, pero no era capaz pues existía Alex y por él haría y daría lo imposible, incluso la mismísima Mona Lisa. Respiró más relajado al pensar en eso aunque no calmara del todo la pesadumbre en su conciencia que le estaba provocando miedo, terror de lo que su actuar pudiera generar a pesar de que no fuese a dañar la pintura, era un delito grave. Finalmente sin poder conciliar el sueño pagó la habitación y se fue al eurail para regresar a su casa en Navarra donde gracias a música de relajación y un par de pequeñas velas casi de milagro dormito varias horas.
Lo primero que hiso fue prender el televisor confirmando sospechas y claramente la noticia impacto fue el robo del cuadro más famoso de todos los tiempos, aunque no dejaba de sorprenderse por el hecho de que su rostro no apareciese en las cámaras y que los guardias tampoco lo recordasen, era como si hubiera sido el crimen perfecto y muchos especialistas reiteraban convencidos de que era obra de un profesional. Revisó el estado de la pintura que se mantenía en perfectas condiciones gracias al aire acondicionado que le brindaba un ambiente óptimo. Esperando que todo comenzara a salir mejor guardo el retrato de la mujer y se encaminó a la clínica donde Alex se mantenía de paso, o eso esperaba Fernando que no aguantaba más por tener a su desordenado y ruidoso hijo jugueteando por doquier y dando a esa casa la alterada armonía que tanto le complacía.
Al ingresar a la habitación del pequeño reparó en como su sonrisa agotada apenas era perceptible algo que preocupó al padre que una vez logró hablar con el médico encargado entendió la fragilidad de su estado y que lo mejor en ese caso era dejarlo dormir ya que si se agitaba mucho o si reía como lo hacía cuando jugaban podría agotarse mucho más hasta un estado verdaderamente crítico. Así Fernando permaneció sentado en una silla en silencio acompañando a Alex mientras dormía recuperando fuerzas y luchando por vivir. A ratos despertaba pero no lo suficiente como para mantener una plática extensa, ni para mucho más que sonreír cuando su padre le repetía una y otra vez que superaría esa situación y que volverían a casa juntos y comprarían un perro, de esa forma la tarde paso hasta que él horario de visitas acabase. Una de las enfermeras cercana al pequeño y a la situación se aproximó al navarro pidiendo su número para poder avisarle ante cualquier eventualidad que pudiese ocurrir esa noche, agradeció  la atención con una sonrisa que se opacaba con sus obscuras ojeras.
Puso el cuatro frente al ventilador lanzándose sobre la cama y clavando la vista en el techo pensando en la nada, durmiendo despierto, cuando de pronto su teléfono irrumpió generándole un escalofrío y un respingo que le ayudo a levantarse, respondió escuchando atentó la voz de la enfermera algo nerviosa que le comentaba como su hijo comenzó a sentirse mareado y con un repentino dolor de cabeza y que según lo que ella deducía podría no tener vuelta.
Las llaves del auto, de la casa, la obra de arte y salir cuanto antes eso era todo. Se subió al vehículo que por el frio de aquella noche tenía el motor congelado, se bajo hasta algún taxi o locomoción pero nunca apareció algo, la única manera de llegar sería corriendo. Recorrió las cuadras que lo distanciaban de su muchacho desesperado por no avanzar más veloz, la tensión se apoderaba de su cuerpo entorpeciéndolo pero a su vez la adrenalina creaba el efecto contrario dándole más rapidez. Para llegar a destino debía atravesar toda la avenida principal y al saberlo se motivo acelerando la marcha siendo detenido de pronto por un hombre que se puso en su camino enfundado en negro, aturdido lo observo reparando como un grupo de otros hombres se sumaban al sujeto vestidos de la misma forma –¡Este es el tipo que apareció en mi oficina el otro día! –Uno de ellos con rostro conocido dio un paso adelante apuntándolo –¡El tiene la Mona Lisa, deténganlo!
El grupo de negro se lanzó como fieras a Fernando que salió corriendo en reversa a su destino, pero un poco más atrás hiso un atajo por pequeñas calles en tanto era perseguido por esos tipos.
Su corazón bombeaba a mil lo sentía palpitar en su garganta mientras hacía esfuerzos por recordar aquel rostro que lo delató sin demorar mucho en identificarlo como el director del museo de Louvre, sin saber qué hacer en una situación como esa y comprendiendo que no querrían sentarse a discutir las cosas retomó el camino hasta la clínica, debía ver al chico y verificar su estado con sus propios ojos aunque algo dentro de él intentaba prepararlo para lo peor, agitó la cabeza con rudeza cerrando fuerte los parpados sin detener las piernas, se negaba a creerlo, le pedía a aquel susurro que se detuviera y que dejará de sumarle más tormento ya que Alex viviría como un niño sano y sería feliz, que importaba ya si lo seguían para hacerle quizás que, él deseaba únicamente estar con su hijo y ni esa manada de hombres rudos ni nadie se lo impediría.
Avanzó con una meta clara sin cansarse a diferencia de sus seguidores que de a poco iban perdiendo las fuerzas para mantener la rapidez. Fernando entro a la clínica subiendo las escaleras con un único objetivo, recorrió los pasillos sacando el valioso objeto de donde lo portaba e irrumpió en la habitación, viendo como unos cuantos médicos lo miraban perplejos, el chico estaba ahí, más pálido y delgado que nunca pero sin abandonar esa       -por las circunstancias- débil pero  bella sonrisa que adornaba su rostro cada vez que su padre estaba a su lado. Fernando admiró los ojos del chico con un brillo opaco que jamás había presenciado en él, solo una vez en su esposa, y fue en aquel instante en que esa voz en su interior se hizo más fuerte, pero el navarro se negaba rotundamente ya que aún le quedaba una tenue luz de esperanza –Mira Alex te tengo una sorpresa –Dijo con una sonrisa esperanzadora pero dolida desdoblando la pintura para que pudiese verla. Los ojos del infante se abrieron como dos lunas llenas adornadas por un par de filas de estrellas blancas bajo ellas. Fernando pudo percibir un brillo nuevo en el pequeño pero no ese brillo reluciente que esperaba, era diferente, seguía siendo opaco y eso punzo su corazón dolorosamente desmoronando su sonrisa forzada hasta una línea de escombros.
–¡Se fue por ahí! –Desde el pasillo la voz del director que lideraba a los hombres rudos se escucho inquietando la calma de los otros pacientes.                                                                                                          –¡Que creen que están haciendo es una clínica! –Los desafió la enfermera comprendiendo la situación.
– ¡El hombre que se robo la Mo…
La mujer le tapo la boca mirándolo con compasión –Pero dejo una nota ¿verdad? Diciendo que la devolvería. Él solo quiere lo mejor para su hijo, por favor tenga corazón y permítale despedirse apropiadamente –Suplicó con dulzura consiguiendo convencerlos, ella los guió hasta la puerta de la habitación donde se encontraba exhibiendo la obra de arte –¿Ves? Es la Mona Lisa, la original –Fernando puso énfasis.
–Sí, se nota por la textura que se consigue por el pintado sfumato –Su voz estaba rasposa y apagada hecho que producían enormes ganas de llorar a su progenitor quien no comprendió la última palabra que dijo pero eso no era lo que le interesaba –Alex ¿Por qué querías tanto a la Mona Lisa? –Interrogó con dificultad por el nudo en su garganta. El chico amplio un poco la sonrisa –Porque es mamá.
–¿Co-como dices? –Cuestiono su padre con los ojos bien abiertos.                                           –Mamá es quien está en el cuadro ella nos cuida desde ahí. Mamá me cargaba en brazos y me abrazaba y besaba y después estaba con un señor que estaba pintando un cuadro de ella –Explicó el pequeño dejando helado a Fernando que recordó a su mujer Beatriz, una actriz que participó de varias obras y una de ellas fue una que relataba la vida de Da Vinci, Beatriz interpretaba a la mujer del cuadro la Gioconda y pudo rememorar el instante antes de que empezara la función él cargaba a Alex cuando bebé mientras su esposa se acercaba a ellos tras el telón vestida de su personaje recibiendo feliz en sus brazos al infante diciendo una y otra vez cosas como “Tú madre es la Mona Lisa,” “La Mona Lisa te ama Alex” y la escena del cuadro fue una vez comenzó la función y el párvulo en brazos de Fernando admiraba lo que pasaba.
El padre tragó en seco conteniendo las lágrimas a duras penas –Eso quiere decir que el sueño que deseabas cumplir e-era… –No pudo completar la frase.                                           –Es estar con mi familia, pero ahora ya estamos todos juntos –Sonrió alegre consiguiendo que el navarro ya no pudiera reprimirse al escuchar aquella inocencia y dulzura. De pronto un halito exhalado violento por parte del niño alarmó a los presentes entre ellos los médicos que se acercaron para notificar su estado –Su temperatura está bajando –Aviso un experto.                                                                                                                                            –Papi… –Llamó el infante.                                                                                                    Fernando tomo su mano entre inútiles esfuerzos por reprimir el huracán de sentimientos  –Tranquilo hijo, vas a estar bien eres fuerte, recuerda que volveremos a casa y compraremos un perro.
–¿Y…Lo lleva-remos a acam…par con nos..sotros? –Su voz se acortaba de pronto sin fuerzas con dificultades para respirar pero siempre una leve sonrisa esbozada en su semblante agotado.
–Claro que si, irá a donde tú quieras campeón…Pero ahora quédate con migo ¿Si? –Pidió tembloroso notando como  el doctor encargado lo miraba negando con la cabeza –Con…conti…go y…Ma-má… –Dirigió los ojos también a la pintura aun en una de las manos de su padre.
–Sí, con nosotros, quédate con nosotros –Dijo con la voz quebrándose y la mandíbula tensa.                                                                                                                                                      –Te qui…quiero pap…á…gracias por tra…er a mam…á –Alex le sonrió dulcemente.
–También te quiero hijo, más que a nada, te adoro mi campeón –Le dijo presionando un poco más su mano al sentir como el frágil agarre del pequeño se quebraba, como sus ojos se cerraban, su cabeza se ladeaba sutilmente y como una tenue luz en su rostro se extinguía, menos sus labios levemente sonrientes.
El silencio se apoderó de la habitación que de a poco se esfumó por el llanto inmarcesible de Fernando que inundó los pasillos y todos los alrededores.


Dos días después en una cárcel en París los barrotes de una celda se corrieron dejando la salida despejada, Fernando sentado en una banca dentro del lugar miraba confundido al policía que curiosamente lo miraba con respeto –Puede salir, la fianza fue pagada señor.
Algo torpe se levantó caminando por el pasillo hasta toparse en el fondo con el director del museo que le extendió las manos con ropa –Es de su talla, puede cambiarse ahí –Apunto con los labios una celda abierta donde también habían zapatos –Tómese su tiempo, lo espero aquí.    
Cuando estuvo listo el director le colocó un gorro y unos lentes obscuros guiándolo a la salida del lugar y haciéndolo subir rápidamente a un auto lujoso. Fernando se extraño por el tumulto de gente que esperaba fuera con letreros y pancartas que no alcanzo a descifras sobre qué. Tampoco se molestó en preguntar nada solo se limitó a hacer lo que el nombre le indicaba, unos cuantos kilómetros más lejos bajaron hasta sentarse en la mesa de una cafetería.
–¿Por qué me ha traído hasta aquí? –El navarro decidió preguntar.
–Porque quiero hablar con usted –Confesó –Fue brillante como sacaste a la Mona Lisa pero creo que su único error fue presentarte esa misma mañana en mi oficina con nombre y apellido, además…Fue admirable su valor, lo admito. No cualquiera hace lo que hizo y en parte, me siento culpable, te puse las cosas más difíciles. Le pido perdón por eso.
–Nadie sabía que esto iba a pasar. Además se que ha pagado la fianza.
–Y divulgue la verdad ¿Vió a toda esa gente fuera de donde usted estaba? Todos ellos protestaban, porque no era justo que estuviese encerrado…
–Si lo era, yo de igual forma infringí la ley.
–Pero se arriesgaste por alguien y eso no es algo común en esta sociedad,  existen familias donde los hermanos con los padres y los abuelos y los tíos y otros hermanos se destruyen entre sí.
– ¿A qué quiere llegar?  –Inquirió Fernando.
–A que usted y su historia han cambiado el mundo en cosa de horas, la gente tiene esperanza de que aun existe la bondad y de que no está todo perdido en la sociedad. Mucha gente ha manifestado en múltiples países de todos los continentes para que te liberaran y en el museo donde ya está instalada nuevamente a Gioconda han hecho una especie de santuario donde han dejado flores, peluches, todo para Alex, la gente también lo siente y le duele –Fernando no supo que decir y el director opto por no referirse más al tema.

Paso una semana en la que el museo seguía recibiendo flores y peluches que adornaban el cuadro. El navarro admirando cada rincón de su casa silenciada decidió acomodarse y prender la computadora, en ella se mantuvo toda una tarde, al día siguiente en los medios aparecía una nota del hombre. “Dentro de la agonía estoy feliz y en paz, siento que estoy en blanco y extrañamente no me preocupa, solo quiero que la gente comprenda que haber robado el cuadro no estuvo bien, pero me vi en un caso extremo y me base por algo muy sencillo, Da Vinci pintó a la Mona Lisa con el fin de entregar un deleite, algo positivo Por tanto está hecha con el único fin de entregar cosas buenas, entonces ¿Porque no llevarla hasta la clínica donde entregaría un bien? Agradezco a todos el apoyo que me han entregado y el interés de los medios por mi condición, por ahora solo quiero reflexionar, quizás más adelante me compré un perro, no lo sé todo será como se dé en el momento. Reitero, gracias a todos, pero en especial a ti Mona Lisa, Gracias.”
Muchas gracias por leer. Agradeceré mucho sus apreciaciones seran muy valiosas las opiniones. espero que el mensaje llegue a ustedes.

Este cuento va dedicado  mi mamá que fue quien me informó sobre el concurso y quien me alento en todo momento, sin ella esto no existiría <3

A todos nuevamente grazie y tengan hermosa semana.

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Comments3
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koteherrera's avatar
AAAAALEEEEEEEXXXXX POR QUE AQUI TAMBIEN!!!*muere*